Poco a poco, las manos comienzan a soltarse,
comienza la reminiscencia y reencarnación del poeta,
del que escribe versos apasionados,
del que se creía muerto hace unos años.
Ni el vino, ni la sangre, ni la soledad quebrantaron su esencia.
Poco a poco, se recupera la sensibilidad perdida,
y las letras rojas de pasión brotan como maleza y como rosa,
juntas en un mismo jardín.
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