viernes, 20 de agosto de 2010

Alta fidelidad.

Y descansé en los laureles, y asistí a bacanales.
Degustandome en bajezas, y no encontré ninguna felicidad.
Mas encontré el derroche de mi alma, el estigma de mi cuerpo.
Me perdí, entre las sombras de calles embarradas de gris, sin tí.
Te solté de la mano y me perdí.
Ahora, tirado en esa esquina, en la que tropecé y no permití que me llevaras,
lamento tu ausencia, me pierdo en mi mismo.
Alucino, divago, sueño con que estés esperando,
cosas injustas, que no tienen motivo ni razón.
Me queda ponerme de pie, pero las piernas están cansadas.
Las batallas de este corazón, sin tantas cicatrices como el tuyo,
terminaron extirpando el corazón y guardándolo en tu casa.
El mundo es horrible sin ti.

jueves, 7 de enero de 2010

¡PRESENTE!

La creían muerta, aplastada entre los kilos inútiles de papeletas electorales, la creían muerta.
La creían desaparecida, entre la uniformidad del consumo obtuso y simplista, la creían desaparecida.
La creían obsoleta, entre la infructuosa expectación seudo-democrática, la creían obsoleta.
La creían abandonada, en un rincón olvidado del mercado que es casi omnipresente, la creían abandonada.
La creían sepultada, entre fosas comunes y consciencias vendidas, la creían sepultada.
Pero no estaba ni muerta, ni desaparecida, ni obsoleta, ni abandonada y nisiquiera sepultada, el crimen y el dinero no pudieron con ella, la esperanza sigue viva, la esperanza de que algún día, mas temprano que tarde, el pueblo dinamite las puertas de esas grandes alamedas y penetre, puño alzado, en la hermética cabina del poder y recupere a mano armada todas las esperanzas que las papeletas han sepultado, todas las cosas que el consumo no pudo comprar, todas las horas que la expectación democrática nos ha quitado, todo lo que el mercado se ha apropiado, todos los martires que han muerto por ella.
Viva la revolución.